martes, 19 de febrero de 2013

Una relación amorosa

Ruth lo tenía todo: la belleza, la seguridad, la confianza en sí misma y en el mundo, el carácter, el valor. Tenía, además, amigas y amigos con quienes salir y pasárselo bien, a quienes contar historias más o menos verídicas con las que impresionar y ser admirada. Tenía colegas con quienes fardar de ser quien era: una de las chicas guays del instituto, en definitiva. Y no tenía miedo. No tenía miedo a nada ni a nadie, no tenía envidia, no tenía dudas.

Como decía, Ruth lo tenía todo, incluso un novio. Era un novio del que presumir ante sus colegas porque, además de ser 5 o 6 años mayor que ella era un tipo duro. Pero uno de verdad: llevaba toda la vida metiéndose en líos, robando y trapicheando, lo que durante un tiempo le hizo dar con sus huesos en la cárcel. Un chico malo que podría parecer peligroso visto desde fuera pero que a ella no le daba miedo porque la confianza que tenía en sí misma era tanta que confiaba tenerle bajo control utilizando sus encantos femeninos y su carácter de mujer con arrojos. A su lado se sentía poderosa y notaba la envidia que despertaba en sus amigas y la admiración en sus amigos. Porque ella se había llevado el premio gordo y lo iba a hacer suyo. Controlar a un hombre como éste la convertiría definitivamente, a ojos de todo el mundo, en la mujer poderosa que siempre había querido ser. Sin contar, por supuesto, que teniendo novio salía de la lista de mujeres solas, frustradas y amargadas, esas que no tienen nadie especial que las ame, medias naranjas solitarias, incompletas y tristes.

Pasó el tiempo y sus amigas y amigos la veían cada vez con menos frecuencia. Llegó un día en que empezaron a hablar de ella en pasado, como la amiga que un día tuvieron, la colega que se echó un novio y desapareció de sus vidas. Por lo visto había encontrado con quien estar mejor acompañada, con quien sentirse plena y no necesitaba a nadie más.

Por eso se extrañó tanto Rebeca cuando un viernes de febrero Ruth la llamó para quedar. Ella ya había quedado con Óscar para tomar algo, así que fueron los tres juntos al bar de siempre. Sin embargo no se extrañaron demasiado cuando ella, en su habitual tono de chica dura que lo tiene todo bajo control y está de vuelta de todo empezó a decir lo harta que estaba de su novio y que podría dejarle cuando quisiera, pero que en realidad todavía no quería dejarle. Pero podría hacerlo cuando ella quisiera. Bueno, cuando ella quisiera y cuando ahorrara 750 euros. Esto último sí que extrañó a Rebeca y a Óscar. “No, bueno, es por el alquiler, porque es él quien lo está pagando, y yo, como estoy sin curro, pues eso, no me voy a ir así sin más. Pero vaya, que en cuanto tenga un curro le doy los 750 y me piro”. Sin embargo, a medida que corría la cerveza la lengua de Ruth se iba soltando: que estaba fatal, que nunca había estado tan mal, que se sentía una basura; ella, que nunca había tenido envidia de nadie, ahora envidiaba a cualquiera con quien se cruzara por la calle. A cualquiera. Que se sentía hundida. Que no era nadie. No llegó a dar muchos detalles, pero sí mencionó que una vez, durante una discusión, él le partió el labio. Pero que bueno, que ella le había respondido y le había partido una ceja. Pues buena era ella. Rebeca y Óscar se miraron de reojo. Y todavía pudieron presenciar una discusión telefónica, en la que ella gritaba e insultaba y de la que volvió, después de colgar, al borde da las lágrimas. Él le había dicho que no se le ocurriera volver a casa esa noche porque la iban a tener, que estaba cabreadísimo y que era mejor que no le provocara. Rebeca le ofreció su casa. Sin embargo, todavía quedaba otra discusión más. Una discusión en la que ella le amenazó con dejarle y, en respuesta, él la amenazó con matarla si se le ocurría irse. Esa noche la pasó en casa de Rebeca.

No sé cómo termina esta historia. Lo único que sé es que Ruth, Rebea y Óscar tienen menos de 25 años. Los nombres son ficticios y he cambiado algunos detalles, pero la historia es real. Es tan real y tan parecida a otras que parece sacada de un manual.

Al llegar a este punto sólo me quedan preguntas:

¿Para cuándo una educación en igualdad? ¿Para cuándo además de literatura y matemáticas se va a enseñar educación afectivo-sexual en los colegios? O, para no utilizar un término tan aséptico, ¿para cuándo educación emocional, o amorosa? ¿Quizá para cuando sea demasiado tarde para Ruth y para tantas otras?


Cuando historias como ésta siguen ocurriendo cada día, ¿es posible seguir afirmando que el feminismo está desfasado? ¿Estamos las feministas locas cuando, tras conocer historias como ésta, decimos que lo personal es político?

Y la más importante: ¿es Ruth una víctima?

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Esperanza ha señalado, en los comentarios, algunas preguntas que se me quedaban en el tintero:

"¿Qué pasa con los medios de comunicación, con las series, los realitys, los anuncios, las revistas para ellos y ellas? Sobre todo cuando los implicados son menores de 25, tienen muchísimo peso en su baremo de valores. O las familias, con lo que es la familia en España, y la de historias que conocemos todos. ¿Y que tal talleres de educación afectivo-sexual, a cargo de asociaciones o de entidades públicas?"

Agradezco todos los comentarios y sugerencias, ¡gracias!

5 comentarios:

  1. (Esperanza) Llevo un par de días dándole vueltas a esta entrada, y es que creo que, desgraciadamente, todos conocemos historias parecidas.Y creo que sí, que Ruth es una víctima, y es posible que su novio también. Y aunque una asignatura de educación emocional me parece una gran idea ¿No intentamos sobrecargar demasiado el sistema educativo? ¿Qué pasa con los medios de comunicación, con las series, los realitys, los anuncios, las revistas para ellos y ellas? Sobre todo cuando los implicados son menores de 25, tienen muchísimo peso en su baremo de valores. O las familias, con lo que es la familia en España, y la de historias que conocemos todos. ¿Y que tal talleres de educación afectivo-sexual, a cargo de asociaciones o de entidades públicas?

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    1. Esperanza, ¡gracias por tu comentario!
      Estoy completamente de acuerdo contigo en lo de que el sistema educativo está sobrecargado... bueno, en realidad le hace falta una reforma desde los cimientos. No sé qué me pasa últimamente que me ha entrado una fijación con arreglar el mundo desde el sistema educativo. Pero claro, hay más cosas. Como dices, los medios de comunicación juegan un papel súper importante. De hecho, ahora mismo los añado a la lista de preguntas. En esta página http://www.feministfrequency.com/about/ la autora hace un seguimiento de los medios desde la perspectiva de género. Y qué decir de las familias. Se merecen un capítulo a parte. En cuanto a los talleres de educación afectivo-sexual, yo los incluiría en el sistema educativo. Ya sabes, mi fijación. Más que nada para que no parezca una optativa o una extraescolar. Me imagino a dos niñas en el patio del colegio:
      - ¿Quédamos esta tarde en el parque?
      - No puedo, tengo taller de E.A.S.
      Bueno, a parte de la broma, en realidad creo que también es una buena idea. Todo lo que sea concienciar y abrir los ojos, todas las iniciativas en este sentido: bienvenidas.

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    2. Y en cuanto a lo de si Ruth es una víctima o no, no tengo claro que la respuesta sea un sí rotundo. Por un lado, es una víctima, en el sentido de que es muy difícil escapar al rodillo de la violencia estructural y las presiones sociales. Pero por otro lado, si de verdad Ruth "es" una víctima, ¿qué posibilidades tiene de cambiar o de elegir no serlo? En este sentido, este corto me pareció muy revelador
      http://haikita.blogspot.com.es/2012/05/pornobrujas.html
      y me hizo repensar muchas cosas. Y me surgió otra pregunta ¿le resulta útil al feminismo (occidental) el victimismo?

      Por el contrario, pienso que el novio no es una víctima. Me niego a poner al mismo nivel a dos personas que de entrada no se encuentran en la misma posición de poder. Por supuesto que a él también le ha hecho/hace falta una educación en igualdad, pero al llegar a este punto, creo que tiene la posibilidad de elegir no abusar. Este artículo, escrito por un hombre que decide romper el círculo de la violencia, me parece muy interesante:
      http://www.womenundersiegeproject.org/blog/entry/why-im-breaking-the-cycle-of-violence-in-afghanistan
      Por supuesto las situaciones culturales-políticas-económicas-sociales-religiosas no tienen nada que ver en un país y en otro. Pero muestra una fortaleza y una amplitud de miras alucinantes, por eso no me he resistido a poner aquí el link.

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  2. (Esperanza) Veo una diferencia inmensa entre el victimismo ("Tendencia a considerarse víctima o hacerse pasar por tal") y ser una víctima ("Persona que padece daño por culpa ajena o por causa fortuita"). Nadie es culpable de ser una víctima: puedes ser valiente, inteligente o un mal bicho y ser victima de una persona o una situación, no es algo que tú hayas provocado conscientemente. Eso sí, en determinadas situaciones puedes dejar de serlo, afortunadamente. Y en este sentido, el víctimismo no es útil al feminismo, ni a ninguna otra causa, pero reconocer que hay víctimas, que la situación es errónea y dañina, me parece primordial.

    Yo diría que, en este caso, Ruth es una víctima que puede dejar de serlo, y que posiblemente su novio, a diferencia del cuñado de Salim Hussaini, es una víctima también (aunque no en el mismo grado), en tanto que está sufriendo igualmente daños e insultos y, aunque desconocemos su punto de vista, parece igual de desgraciado que Ruth por la situación. Aunque, claro, es sólo mi opinión.

    Por cierto, muy interesantes los dos enlaces.

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    1. Pues "sólo" tu opinión me encanta. Llevaba un tiempo dándole vueltas a esto de las víctimas y el victimismo pero no conseguía articular los dos conceptos de manera coherente. Gracias por ponerlo de una manera tan clara y concisa.

      En cuanto al novio de Ruth... puedo entender que se le considere una víctima del sistema, y probablemente él también sufre de alguna manera. Pero hay algo que no hay que pasar por alto: que está en la parte de arriba de una relación de poder. En cualquier caso, con la igualdad saldrían ganando los dos, por supuesto, no sólo ella.

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