martes, 24 de julio de 2012

Christiania


Nelson. Brasil. 43 años. Ha vivido y trabajado en diferentes ciudades de todo el mundo: Nueva York, Londres, Barcelona, Dublín. Habla con su madre por teléfono de vez en cuando. Ahora está en Copenhague, pero donde mejor lo ha pasado ha sido en Barcelona. Allí conocía a muchos “expats”, muchos, de todos los países del mundo, y jugaba al fútbol en la playa. Eso era lo mejor: el buen tiempo y los deportes.

Ahora vive en una tienda de campaña en un “agujero” de Christiania con un grupo de españoles. También hay italianos, noruegos y polacos. El campamento está formado por varias tiendas de campaña, los restos de dos hogueras delimitadas por círculos de piedras, una de ellas todavía humeante, mesas improvisadas con tablas y restos de palés, lonas atadas a los árboles para proteger el campamento de la lluvia, vasos de plástico, restos de la comida del día anterior, o quizá de la semana anterior, botellas medio llenas y medio vacías, sillas. El “agujero” es uno de los confines de Christiania, un pequeño claro en el bosque delimitado por el canal, la valla y un terraplén, donde los habitantes de Christiania les han dado permiso para acampar. Las tiendas de campaña las consiguieron en Roskilde después del festival, porque cuando la gente vuelve a casa después de una semana de excesos abandona allí las tiendas. Luego los servicios de limpieza las tiran a la basura. Yo pasé por allí cuando el festival había terminado y parecía un vertedero inmenso, sembrado de tiendas de campaña abandonadas y destrozadas. Nelson me contó que vió cómo dos chicos destrozaban su tienda antes de irse para que nadie pudiera usarla. “Era una tienda buena, una tienda de 900 coronas”, me dijo, “y la destrozaron”. Ahora su tienda tiene un agujero en la base, una quemadura de 10 cm de diámetro provocada por una vela olvidada. Antes de conseguir la linterna que tiene ahora usaba velas para alumbrarse por la noche, pero una vez se quedó dormido antes de apagar la vela, que se cayó y quemó la lona de plástico. No ardió todo porque el suelo está muy mojado, y la base de la tienda también, pero desde entonces piensa que debería dormir con un cuchillo bajo la almohada por si se incendia la tienda y tiene que salir. Nelson también me cuenta cómo un día, en el campamento, uno de los chicos llegó con 10 kg de carne. Pensó que la habría comprado porque es un chico con dinero, del PP. Pero el chico dijo que no la había comprado. Tampoco se la habían regalado: la había cogido de la basura de un supermercado y estaba caducada de un día; Nelson no quiso comerla. Tampoco quisieron comer los noruegos, pero porque eran vegetarianos. A continuación Nelson llamó a su madre por teléfono y le contó que los españoles comen carne de la basura, carne caducada de un día, y se rieron juntos.

Nelson también me cuenta que para lavarse utilizan la sauna de Christiania. No es gratis, hay que pagar o colaborar. Él no colabora, él paga. En realidad paga una vez sí y una no, pero en la puerta no le dicen nada porque ya le conocen y saben que es buen pagador. Allí, en la sauna, conoció a Anne, que tiene un cuerpo de diosa. Lo sabe porque la ha visto desnuda y es así cómo se enamoró de ella. También vió su concha, una concha de diosa en un cuerpo de diosa. La sauna de Christiania es mixta, la gente se baña desnuda y desde el día en que Nelson vio a Anne no puede parar de pensar en ella. Le preguntó si quería ser su novia y ella le dijo que no, sin embargo no tiene novio. Y por lo que dicen nadie le ha conocido ninguno. Quizá le gusta mucho follar. O quizá es lesbiana. De hecho, vive en la casa de las tías. “Seis tías solas”, y se ríe. Pero él cree que en la casa de las tías hay un tío que vigila y controla todo. Es uno de los que están con Anne cuando pasamos por su jardín, en el camino de vuelta del campamento. Gracias a mí nos invitan a quedarnos un rato con ellos. “Si hubiera ido yo solo no me habrían invitado, pero tú me has traído suerte”, me dice. Uno de los tíos, el que vigila la casa de las tías, se va y al rato vuelve con una botella de champán. La descorcha y el tapón vuela sobre los árboles y va a caer al canal. Lo sirve en 5 copas altas y estrechas y en una taza blanca. A continuación bebe sin brindar. Según Nelson esa es la prueba de que ha sacado el champán sólo para impresionarnos y para marcar su territorio. Esa es la prueba de que él es el tío que controla la casa de las tías. Anne, con su sudadera negra sin mangas y un mechón de flequillo rubio asomando bajo la capucha, brinda por la vida y le da un trago al champán. Luego le da una calada a un porro que alguien acaba de pasarle. Anne, con esa minifalda y ese culo de diosa, acaba de invitar a Nelson a una fiesta que harán en la casa de las tías el mes que viene. Entonces él se imagina lo que ocurrirá en la fiesta: ella se enfadará con alguien y entrará a la casa dando un portazo; él entrará también y la invitará a un porro. Ella fumará y se reirá. Luego follarán. Aunque parece que ella no está interesada en los hombres, porque él le preguntó si quería ser su novia y ella dijo que no. O quizá es que sólo está interesada en follar y por eso no tiene novio. O quizá es lesbiana, lo cual sería una pena porque al fin y al cabo las lesbianas son mujeres amargadas. Le pregunto que porqué están amargadas y él me dice que porque no pueden tener hijos, evidentemente, y a continuación me cuenta cómo una tía de 19 o 20 años, una lesbiana, le pidió que le hiciera un hijo. Aunque eso a él le da igual, para él es mejor porque normalmente las lesbianas le traen suerte. Pero Anne... Anne es demasiado cachonda. Quizá lo que le pasa es que le gustan las drogas. Si no tiene novio, ni le interesan los hombres, ni es lesbiana... es porque se droga. Eso pasa a veces con las drogas, que hacen que pierdas el interés en todo lo demás.

Hoy es uno de esos raros días de sol en Copenhague. Cuando le pregunto a Nelson si le importa que escriba lo que me cuenta en mi blog me dice que no, y luego se queda pensativo, contemplando los reflejos en el agua en el canal de Christiania. Entonces me mira muy serio y me dice que sólo si no me olvido de escribir que él me ama con locura. Le pregunto que qué pasa con Anne. Se ríe y me contesta: “no es lo mismo”.