lunes, 5 de septiembre de 2011

Siempre nos quedará Praga


Brillantes y relucientes
estarán pronto las vías
que acariciarán las ruedas
de nuestro amigo el Tranvía.

(Alfredo San José)


Abandono el Madrid del coche, el casero viejo verde, el trabajo de sonrisas y miradas por encima del hombro. El Madrid del parque, la cerveza y las revoluciones trasnochadas. Me voy a Praga, la ciudad umbral. Marcho para abrir otra puerta a un mundo pintado con historias de ocupaciones y gloria. Sí, la gloria de los puentes, las cúpulas y la música escondida.


¿Qué hace una antropóloga en la ciudad dorada? Observar, empaparse de las leyendas y los cuentos subterráneos mientras pasea por una impecable ciudad que, aún manoseada por zapatos de insaciables turistas, se yergue orgullosa.


Espero balancearme en la suavidad del checo, abrir bien los ojos y disfrutar de la novedad de este viejo país indestructible que, entre cervezas, consonantes y piernas largas espero descifrar.

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