jueves, 15 de septiembre de 2011

¡¿Hay un hombre en la sala?!

Resulta que en Copenhague es frecuente encontrar latas de conservas sin abrefácil, ya ves tú, en el país del Estado del Bienestar. Lo bueno es que así el otro día me hice con una anécdota bastante graciosa. Estábamos cuatro chicas preparando una pizza y justo cuando nos disponíamos a abrir la lata del tomate triturado llegó Richard, un chico australiano. Una de las chicas, la alemana, le recibió con mucho cariño: “Menos mal que llegas, necesitamos un hombre fuerte que abra esta lata” y para demostrarle su amor le hizo entrega de la lata y del abrelatas. El chico la miró consternado, luego miró la lata y luego el abrelatas. A continuación tomó aire, murmuró algo e intentó agujerear el metal con el filo del abrelatas… ¡pero sin hacer palanca, tan sólo cargando todo su peso sobre el mismo! Yo intenté explicarle cómo hacerlo, pero él estaba tan concentrado que no me hacía caso, así que la situación era bastante cómica: él forcejeando con el abrelatas, yo intentando hacerme escuchar, la lata intacta, las pizzas esperando, el horno caliente, las demás chicas cortando champiñones, rallando queso, bebiendo vino y completamente ajenas al sufrimiento de Richard. Al final conseguí explicarle el pequeño detalle de la palanca y le hice una demostración: la tapa cedió como si fuera mantequilla. Pero era a él a quien habían encomendado la misión y enseguida me arrebató el abrelatas y volvió a forcejear con él un buen rato hasta que consiguió hacer un corte en el metal, y luego otro, y otro, hasta que pudo entregarle la lata abierta a la encargada de poner el tomate en la pizza. No lo critico, sólo la práctica hace al maestro.
Pero al cabo de un rato hubo que abrir la otra lata. La alemana, abrelatas en mano, gritó: “¡¡Richard!! ¡¡Necesitamos otra vez de tu fuerza!!” y dirigiéndose a mí: “Menos mal que hay un hombre, que si no…”

2 comentarios:

  1. Sala de terapias, cinco mujeres y un hombre (pacientes y familiares a parte). Entra una abeja de un tamaño considerable y el chico coge una toalla y envalentonado se pone a darle "toallazos" a la abeja, la tira al suelo e intenta pisarla descalzo, a través de la toalla. Llega una de las chicas con un zapato en la mano y la aplasta de un "zapatazo".
    Comentario número uno (del chaval): "¡Claro, ahora que yo la he atontado te atreves a venir a matarla!"
    Comentario número dos (de otra compi): "Tiene que haber un chico siempre para estas cosas"
    Comentario en mi cabeza: "Pobre abeja, lo que ha tenido que pasar para que aquí el macho alfa controle SU territorio"
    Y es que siempre hay un hombre en la sala (ya sabes, para estas cosas)
    Anónima

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