Nelson.
Brasil. 43 años. Ha vivido y trabajado en diferentes ciudades de
todo el mundo: Nueva York, Londres, Barcelona, Dublín. Habla con su
madre por teléfono de vez en cuando. Ahora está en Copenhague, pero
donde mejor lo ha pasado ha sido en Barcelona. Allí conocía a
muchos “expats”, muchos, de todos los países del mundo, y jugaba
al fútbol en la playa. Eso era lo mejor: el buen tiempo y los
deportes.
Ahora
vive en una tienda de campaña en un “agujero” de Christiania con
un grupo de españoles. También hay italianos, noruegos y polacos.
El campamento está formado por varias tiendas de campaña, los
restos de dos hogueras delimitadas por círculos de piedras, una de
ellas todavía humeante, mesas improvisadas con tablas y restos de
palés, lonas atadas a los árboles para proteger el campamento de la
lluvia, vasos de plástico, restos de la comida del día anterior, o
quizá de la semana anterior, botellas medio llenas y medio vacías,
sillas. El “agujero” es uno de los confines de Christiania, un
pequeño claro en el bosque delimitado por el canal, la valla y un
terraplén, donde los habitantes de Christiania les han dado permiso
para acampar. Las tiendas de campaña las consiguieron en Roskilde
después del festival, porque cuando la gente vuelve a casa después
de una semana de excesos abandona allí las tiendas. Luego los
servicios de limpieza las tiran a la basura. Yo pasé por allí
cuando el festival había terminado y parecía un vertedero inmenso,
sembrado de tiendas de campaña abandonadas y destrozadas. Nelson me
contó que vió cómo dos chicos destrozaban su tienda antes de irse
para que nadie pudiera usarla. “Era una tienda buena, una tienda de
900 coronas”, me dijo, “y la destrozaron”. Ahora su tienda
tiene un agujero en la base, una quemadura de 10 cm de diámetro provocada por una vela olvidada.
Antes de conseguir la linterna que tiene ahora usaba velas para
alumbrarse por la noche, pero una vez se quedó dormido antes de
apagar la vela, que se cayó y quemó la lona de plástico. No ardió
todo porque el suelo está muy mojado, y la base de la tienda
también, pero desde entonces piensa que debería dormir con un
cuchillo bajo la almohada por si se incendia la tienda y tiene que
salir. Nelson también me cuenta cómo un día, en el campamento, uno de los
chicos llegó con 10 kg de carne. Pensó que la habría comprado
porque es un chico con dinero, del PP. Pero el chico dijo que no la
había comprado. Tampoco se la habían regalado: la había cogido de
la basura de un supermercado y estaba caducada de un día; Nelson no
quiso comerla. Tampoco quisieron comer los noruegos, pero porque eran
vegetarianos. A continuación Nelson llamó a su madre por teléfono
y le contó que los españoles comen carne de la basura, carne
caducada de un día, y se rieron juntos.
Nelson
también me cuenta que para lavarse utilizan la sauna de Christiania.
No es gratis, hay que pagar o colaborar. Él no colabora, él paga.
En realidad paga una vez sí y una no, pero en la puerta no le dicen
nada porque ya le conocen y saben que es buen pagador. Allí, en la
sauna, conoció a Anne, que tiene un cuerpo de diosa. Lo sabe porque
la ha visto desnuda y es así cómo se enamoró de ella. También vió
su concha, una concha de diosa en un cuerpo de diosa. La sauna de
Christiania es mixta, la gente se baña desnuda y desde el día en
que Nelson vio a Anne no puede parar de pensar en ella. Le preguntó
si quería ser su novia y ella le dijo que no, sin embargo no tiene
novio. Y por lo que dicen nadie le ha conocido ninguno. Quizá le
gusta mucho follar. O quizá es lesbiana. De hecho, vive en la casa
de las tías. “Seis tías solas”, y se ríe. Pero él cree que en
la casa de las tías hay un tío que vigila y controla todo. Es uno
de los que están con Anne cuando pasamos por su jardín, en el
camino de vuelta del campamento. Gracias a mí nos invitan a
quedarnos un rato con ellos. “Si hubiera ido yo solo no me habrían
invitado, pero tú me has traído suerte”, me dice. Uno de los
tíos, el que vigila la casa de las tías, se va y al rato vuelve con
una botella de champán. La descorcha y el tapón vuela sobre los
árboles y va a caer al canal. Lo sirve en 5 copas altas y estrechas
y en una taza blanca. A continuación bebe sin brindar. Según Nelson
esa es la prueba de que ha sacado el champán sólo para
impresionarnos y para marcar su territorio. Esa es la prueba de que
él es el tío que controla la casa de las tías. Anne, con su
sudadera negra sin mangas y un mechón de flequillo rubio asomando
bajo la capucha, brinda por la vida y le da un trago al champán.
Luego le da una calada a un porro que alguien acaba de pasarle. Anne,
con esa minifalda y ese culo de diosa, acaba de invitar a Nelson a
una fiesta que harán en la casa de las tías el mes que viene.
Entonces él se imagina lo que ocurrirá en la fiesta: ella se
enfadará con alguien y entrará a la casa dando un portazo; él
entrará también y la invitará a un porro. Ella fumará y se reirá.
Luego follarán. Aunque parece que ella no está interesada en los
hombres, porque él le preguntó si quería ser su novia y ella dijo
que no. O quizá es que sólo está interesada en follar y por eso no
tiene novio. O quizá es lesbiana, lo cual sería una pena porque al
fin y al cabo las lesbianas son mujeres amargadas. Le pregunto que
porqué están amargadas y él me dice que porque no pueden tener
hijos, evidentemente, y a continuación me cuenta cómo una tía de
19 o 20 años, una lesbiana, le pidió que le hiciera un hijo. Aunque
eso a él le da igual, para él es mejor porque normalmente las
lesbianas le traen suerte. Pero Anne... Anne es demasiado cachonda.
Quizá lo que le pasa es que le gustan las drogas. Si no tiene novio,
ni le interesan los hombres, ni es lesbiana... es porque se droga.
Eso pasa a veces con las drogas, que hacen que pierdas el interés en
todo lo demás.
Hoy
es uno de esos raros días de sol en Copenhague. Cuando le pregunto
a Nelson si le importa que escriba lo que me cuenta en mi blog me dice que no,
y luego se queda pensativo, contemplando los reflejos en el agua en
el canal de Christiania. Entonces me mira muy serio y me dice que sólo si no me olvido de escribir que él me ama con locura. Le pregunto que qué
pasa con Anne. Se ríe y me contesta: “no es lo mismo”.