martes, 11 de octubre de 2011

Putas (II)

Sábado noche, un bar cualquiera de Copenhague, música electrónica, cerveza Tuborg. Entablo conversación con dos chicos, lo típico, que cómo te llamas, qué haces aquí, de dónde eres… Cuando les digo que soy polaca (¿Que por qué les digo que soy polaca? Bueno, ésa es otra historia…) uno de ellos se acuerda de algo que le pasó en su último viaje a Polonia, motivo por el cual no guarda un buen recuerdo de las polacas. Por lo visto necesita desahogarse y me cuenta que en su primera noche en Varsovia quiso divertirse y fue a una discoteca. Esta discoteca estaba llena de tías buenas y el chico, decidido a conquistar a alguna, desplegó todos sus encantos. Pero no tuvo éxito. “¿Qué habrá podido fallar? ¿Qué he hecho mal?” se preguntó. Entonces empezó a fijarse y se dio cuenta de que no era culpa suya: las tías se iban sólo con aquéllos que llevaban trajes de marca, móviles de última generación y fajos de billetes asomándoles por el bolsillo de la chaqueta.

Es sábado por la noche y la música sigue sonando en un bar cualquiera de Copenhague.

Pido otra Tuborg.

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