Bilbi. Las 12 de la mañana.
Salimos de Otxarkoaga Pat, Aidatxo y yo hacia una batukada en pro de los
derechos de las inmigrantes. Con flores en la cabeza y sabores soñolientos nos
encontramos con un grupo de senegaleses coloreados que van caminando y tocando
tambores en un alegre despertar de un Sanfran todavía gris. Alegremente, nos
unimos al paso mientras, poco a poco, la gente va juntando sus ritmos
callejeros hasta recorrer la misma manzana más de tres veces. Florecemos en una
plaza de barrio; otras guitarras y palos se expresan con timidez y un grupo de
quinceañeros despliega sus pancartas brillantes de xirimiri, no sin ser retadas
por el viento. La música se empieza a transformar hasta confundirse con cantos
en los bares y zuritos que aclaran las gargantas de aquellos que alzan
irrintzis. La alegría diurna nos hace mezclarnos con las terrazas animadas por
batas y pijamas, corredores de cemento, bolsas en manos frías y párpados de color púrpura de
quienes no han pasado página en el calendario. Entonces, en una vuelta al
delirio y la concreción, arrancamos palabras que intentan aclarar porqués. En
un momento dado, me percato de quiénes nos rodean. Un hombre sentado a nuestra
derecha, regañando a su perro por haber defecado. Cuatro ojeras en la puerta que
fuman sostenidas por un vaso de pacharán. Inmediatamente sé lo que va a pasar. Pero
no pasa. No, no se acercan a preguntarnos la hora ni a sentarse a saludar.
Nadie nos pregunta qué hacemos por aquí con este tiempo. Nadie nos invita a
nada. Ni si quiera cuando entro al bar a por la siguiente. Nadie sonríe de más.
La ría está detrás. Ya no hace falta meterse en ella para nadar.
sábado, 6 de abril de 2013
domingo, 24 de febrero de 2013
Vandana Shiva
Vandana
Shiva es una científica, filósofa, activista, Nobel Alternativo, pacifista y
ecofeminista india que lleva años luchando contra los abusos y
atropellos de grandes multinacionales como Monsanto o Coca-Cola,
denunciando la biopiratiería, los OGM y luchando por la soberanía
alimentaria, entre otras muchas cosas. Con apenas 20 años abandonó
su doctorado en la Comisión de la Energía Atómica de la India,
donde en los años 70 era la única mujer y parecía que le esperaba una brillante carrera, para realizar una Tesis
sobre la Teoría Cuántica en la universidad de Toronto, donde
rechazó un cómodo puesto como profesora para volver a la India e
involucrarse en lo que ha sido una vida llena de compromiso social,
ecológico y humano.
En este
post voy a hacer un breve resumen de sus victorias contra cuatro grandes multinacionales: Rice Tec, W. R. Grace, Monsanto y Coca-Cola.
También voy a hacer una breve reseña sobre su teoría ecofeminista.
La información está sacada del libro de Lionel Astruc, “Vandana
Shiva. Las victorias de una india contra el expolio de la
biodiversidad”. La Fertilidad de la Tierra Ediciones, Navarra,
2012.
En 1997
la empresa tejana Rice Tec creó una patente sobre las cepas y
semillas de arroz basmati. Pretendía hacer que las agricultoras
indias pidieran permiso y pagaran un canon por cultivar su propio
arroz ya que, como denunció Vandana Shiva, la empresa incluyó en su
patente número 5663484 “genes de variedades obtenidas por los
agricultores”. Tras 5 años de lucha, en 2001 “la Oficina
Americana de Patentes y Marcas anuló la mayor parte de la patente
presentada por Rice Tec, haciéndola inviable. También estableció
que la empresa no había creado el aspecto de este arroz,
contrariamente a lo que afirmaba la firma tejana: estas
características procedían sencillamente de las variedades
tradicionales de basmati desarrolladas por los campesinos indios”.
(p. 135)
En los
años 80 el gigante agroquímico W.R. Grace patentó la margosa o neem, un árbol originario de la India, Pakistan y Bangladesh cuyas
propiedades antiparasitarias e insectífugas han sido usadas durante
siglos por todo el subcontinente. La fábrica llegó a procesar hasta
20 toneladas de semillas al día, con la consiguiente dificultad que
conllevó para la población acceder a un recurso esencial y hasta
entonces gratuito. Vandana Shiva, con el apoyo del IFOAM (Federación
Internacional de Movimientos de Agricultura Ecológica), necesitó
más de 10 años para lograr, en 2005, que la Oficina Europea de
Patentes revocara las patentes de Grace sobre este árbol.
En 1998,
Monsanto, la casa de semillas más poderosa del mundo, se hizo con la patente del Nap Hal, una antigua variedad de trigo con
características excepcionales para el horneado. La patente nº EP
0445929 fue revocada en 2004 por la Oficina Europea de Patentes tras
la reclamación presentada por varias asociaciones ecologistas, con
Vandana Shiva a la cabeza, quien declaró: “Hemos ganado el tercer
combate contra los piratas que roban nuestras semillas y nuestros
saberes para reivindicarlos como sus invenciones. El arroz basmati
fue robado, nosotros lo hemos recuperado, el neem fue robado,
nosotros lo hemos recuperado. Y ahora, el 26 de septiembre, la
Oficina Europea de Patentes anula el convenio sobre el trigo nº EP
0445929 presentado por Monsanto y basado en el robo de una antigua
variedad de trigo india pobre en gluten. Cada orador habló esa tarde
de un mundo sin OGM, sin plantas patentadas, ni vida patentada. Un
mundo que nosotros creamos aquí. Yo estoy totalmente segura de que
ganaremos, semilla tras semilla, planta tras planta, campesino tras
campesino, comunidad tras comunidad. Y liberaremos la Tierra. ¡Y
ganaremos la seguridad alimentaria!” (p.138)
En el
caso de Coca-Cola no se trató de biopiratería, sino “sólo” de
un desastre natural en Plachimada, en la región de Kerala, donde en
2001 se instaló un fábrica de embotellado que llenaba 600 botellas
de refresco por minuto. “Coca-Cola tenía autorización para
producir 561.000 litros de refrescos cada día, y cada litro de
refresco implicaba el consumo de 3,8 litros de agua". Pronto, el nivel
de los lagos, ríos y pozos de la zona bajó notablemente y el agua
dejó de ser potable. Las mujeres fueron las primeras en movilizarse,
en la primavera de 2002, ante la sucesión de animales muertos,
personas hospitalizadas y cultivos destruídos. Su sentada no pareció
interesar ni a la prensa, ni al Panchayat ni a ningún partido
político, y se pretendía que fuesen ellas quienes demostrasen la
relación causa-efecto entre la fábrica de Coca-Cola y los problemas
de agua. Vandana Shiva contactó con un laboratorio en Chennai, el
cual constató “unos niveles muy altos de salinidad y una dureza
excesiva del agua” y declaró que “el agua disponible alrededor
de la fábrica no era apta para el consumo humano y no debía
utilizarse ni para beber, ni para el aseo, ni para lavar los
alimentos o la ropa, y aún menos para regar los campos” (p. 78).
En diciembre de 2003 un juez ordenó el cese de la actividad de
Coca-Cola, en pro de la doctrina del bien común.
En cuanto a la relación entre Vandan Shiva y ecofeminismo, no me resisto a copiar un fragmento del libro de Lionel
Astruc:
Vanadana
Shiva “descubrió poco a poco la profunda relación que unía el
destino de las mujeres y el de la Naturaleza y acumulaba cada vez más
pruebas al respecto, anotando desordenadamente testimonios y
descripciones. La activista india contaba con cambiar la tendencia
general de despreciar el trabajo de las mujeres, o simplemente
ignorarlas. Estas actividades femeninas consideradas por la mayoría
como un “no-trabajo” o un “no conocimiento” en realidad se
basaban en prácticas culturales y científicas elaboradas. Sin ser
aún consciente, ni haberse pronunciado aún el nombre, Vandana Shiva
estaba de hecho a punto de formular una teoría fundamental para su
acción en el futuro: el ecofeminismo. “En una hectárea de tierra
cultivada, una parejea de bueyes trabaja 1064 horas al año, un
hombre 1212 y una mujer 3485 horas: ¡una mujer trabaja por tanto más
tiempo que un hombre y los animales de la granja juntos!" Tal era el
tipo de constataciones que hacía la militante, pero su reflexión ya
“ecofeminista” no se limitaba a este tipo de comparación entre
los dos sexos. Descansaba más bien en una observación sutil del
estatus de madre o de hija en los países del sur: la filósofa las
veía como a aquellas que dan la vida, no sólo biológicamente, sino
también a través de su rol social, porque ellas se ocupan de la
preservación y reproducción de las semillas y satisfacen las
necesidades alimentarias de su entorno. “Todas las comunidades
silvícolas o campesinas en las que la vida se organiza alrededor de
un principio de perdurabilidad y de reproducción de la vida,
encarnan la naturaleza misma de la mujer”, resumía Vandana Shiva.
En el corazón de esta visión se encontraba lo que la escritora
pronto llamaría “la perspectiva de la subsistencia”. Este
concepto expresa las “necesidades fundamentales de la vida”
(seguridad alimentaria, protección de la biodiversidad, etc.). Ahora
bien, según la científica, las mujeres están más cerca de esta
perspectiva que los hombres, en particular por su rol de madre. La
necesidad de preservar la vida, aunque tengan que sacrificarse por la
comunidad y favorecer el compartir, estaría naturalmente anclada en
los genes femeninos, según Vandana Shiva. La militante había
formulado estas observaciones a raíz del tiempo que pasó con las
militantes del movimiento Chipko. (…). Desde el punto de vista de
la cosmología india, todos los seres vivos nacen de una misma y
única energía primordial llamada Shakti, que representa a un tiempo
el principio femenino y la fuerza creadora de la Naturaleza. Las
madres y las hijas con las que Vandana Shiva compartía regularmente
la ruda cotidianidad de los altos valles de Uttarakhand, encarnaban
prefectametne esta concepción”. (p. 63-65)
Aunque
no comparto su perspectiva esencialista, todo lo demás me parece muy interesante, como querer sacar a la luz el trabajo invisible que las
mujeres realizan y la importancia de la ecología y el respeto por la
naturaleza. Como siempre, los feminismos no nos lo ponen fácil, por lo que no se puede hablar de ecofeminismo, sino de
ecofeminismos. Esta entrada de la wikipedia hace una aproximación
interesante al tema.
Para finalizar, propongo evitar el consumo de OGM en la medida de lo posible. ¿Alguien se apunta?
martes, 19 de febrero de 2013
Una relación amorosa
Ruth lo tenía todo: la belleza, la
seguridad, la confianza en sí misma y en el mundo, el carácter, el
valor. Tenía, además, amigas y amigos con quienes salir y pasárselo
bien, a quienes contar historias más o menos verídicas con las que
impresionar y ser admirada. Tenía colegas con quienes fardar de ser
quien era: una de las chicas guays del instituto, en definitiva. Y no
tenía miedo. No tenía miedo a nada ni a nadie, no tenía envidia,
no tenía dudas.
Como decía, Ruth lo tenía todo,
incluso un novio. Era un novio del que presumir ante sus colegas
porque, además de ser 5 o 6 años mayor que ella era un tipo duro.
Pero uno de verdad: llevaba toda la vida metiéndose en líos,
robando y trapicheando, lo que durante un tiempo le hizo dar con sus
huesos en la cárcel. Un chico malo que podría parecer peligroso
visto desde fuera pero que a ella no le daba miedo porque la
confianza que tenía en sí misma era tanta que confiaba tenerle bajo
control utilizando sus encantos femeninos y su carácter de mujer con
arrojos. A su lado se sentía poderosa y notaba la envidia que
despertaba en sus amigas y la admiración en sus amigos. Porque ella
se había llevado el premio gordo y lo iba a hacer suyo. Controlar a
un hombre como éste la convertiría definitivamente, a ojos de todo
el mundo, en la mujer poderosa que siempre había querido ser. Sin
contar, por supuesto, que teniendo novio salía de la lista de
mujeres solas, frustradas y amargadas, esas que no tienen nadie
especial que las ame, medias naranjas solitarias, incompletas y
tristes.
Pasó el tiempo y sus amigas y amigos
la veían cada vez con menos frecuencia. Llegó un día en que
empezaron a hablar de ella en pasado, como la amiga que un día
tuvieron, la colega que se echó un novio y desapareció de sus
vidas. Por lo visto había encontrado con quien estar mejor
acompañada, con quien sentirse plena y no necesitaba a nadie más.
Por eso se extrañó tanto Rebeca
cuando un viernes de febrero Ruth la llamó para quedar. Ella ya
había quedado con Óscar para tomar algo, así que fueron los tres
juntos al bar de siempre. Sin embargo no se extrañaron demasiado
cuando ella, en su habitual tono de chica dura que lo tiene todo bajo
control y está de vuelta de todo empezó a decir lo harta que estaba
de su novio y que podría dejarle cuando quisiera, pero que en
realidad todavía no quería dejarle. Pero podría hacerlo cuando
ella quisiera. Bueno, cuando ella quisiera y cuando ahorrara 750
euros. Esto último sí que extrañó a Rebeca y a Óscar. “No,
bueno, es por el alquiler, porque es él quien lo está pagando, y
yo, como estoy sin curro, pues eso, no me voy a ir así sin más.
Pero vaya, que en cuanto tenga un curro le doy los 750 y me piro”.
Sin embargo, a medida que corría la cerveza la lengua de Ruth se iba
soltando: que estaba fatal, que nunca había estado tan mal, que se
sentía una basura; ella, que nunca había tenido envidia de nadie,
ahora envidiaba a cualquiera con quien se cruzara por la calle. A
cualquiera. Que se sentía hundida. Que no era nadie. No llegó a dar
muchos detalles, pero sí mencionó que una vez, durante una
discusión, él le partió el labio. Pero que bueno, que ella le
había respondido y le había partido una ceja. Pues buena era ella.
Rebeca y Óscar se miraron de reojo. Y todavía pudieron presenciar
una discusión telefónica, en la que ella gritaba e insultaba y de
la que volvió, después de colgar, al borde da las lágrimas. Él le
había dicho que no se le ocurriera volver a casa esa noche porque la
iban a tener, que estaba cabreadísimo y que era mejor que no le
provocara. Rebeca le ofreció su casa. Sin embargo, todavía quedaba
otra discusión más. Una discusión en la que ella le amenazó con
dejarle y, en respuesta, él la amenazó con matarla si se
le ocurría irse. Esa noche la pasó en casa de Rebeca.
No sé cómo termina esta historia. Lo
único que sé es que Ruth, Rebea y Óscar tienen menos de 25 años.
Los nombres son ficticios y he cambiado algunos detalles, pero la
historia es real. Es tan real y tan parecida a otras que parece
sacada de un manual.
Al llegar a este punto sólo me quedan
preguntas:
¿Para cuándo una educación en
igualdad? ¿Para cuándo además de literatura y matemáticas se va a
enseñar educación afectivo-sexual en los colegios? O, para no
utilizar un término tan aséptico, ¿para cuándo educación
emocional, o amorosa? ¿Quizá para cuando sea demasiado tarde para
Ruth y para tantas otras?
Cuando historias como ésta siguen
ocurriendo cada día, ¿es posible seguir afirmando que el feminismo
está desfasado? ¿Estamos las feministas locas cuando, tras conocer
historias como ésta, decimos que lo personal es político?
Y la más importante: ¿es Ruth una
víctima?
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Esperanza ha señalado, en los comentarios, algunas preguntas que se me quedaban en el tintero:
"¿Qué pasa con los medios de comunicación, con las series, los realitys, los anuncios, las revistas para ellos y ellas? Sobre todo cuando los implicados son menores de 25, tienen muchísimo peso en su baremo de valores. O las familias, con lo que es la familia en España, y la de historias que conocemos todos. ¿Y que tal talleres de educación afectivo-sexual, a cargo de asociaciones o de entidades públicas?"
Agradezco todos los comentarios y sugerencias, ¡gracias!
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Esperanza ha señalado, en los comentarios, algunas preguntas que se me quedaban en el tintero:
"¿Qué pasa con los medios de comunicación, con las series, los realitys, los anuncios, las revistas para ellos y ellas? Sobre todo cuando los implicados son menores de 25, tienen muchísimo peso en su baremo de valores. O las familias, con lo que es la familia en España, y la de historias que conocemos todos. ¿Y que tal talleres de educación afectivo-sexual, a cargo de asociaciones o de entidades públicas?"
Agradezco todos los comentarios y sugerencias, ¡gracias!
domingo, 13 de enero de 2013
Encadenados (Notorious) de Alfred Hitchcock
El
otro día vi “Encadenados”, de Alfred Hitchcock. Como me resultó muy sugerente y
puso en marcha mi maquinaria crítica, me preparé para escribir un post.
Básicamente googleé en busca de información y pude comprobar que lxs críticxs
de cine ya han analizado este clásico desde numerosos ángulos, han dado
múltiples interpretaciones y han dicho casi todo lo que había que decir. Pero
cuál no fue mi sorpresa cuando enseguida me di cuenta de que no estaba de acuerdo con
la descripción que la mayoría hace de la relación entre los dos personajes
principales que es, básicamente, el núcleo alrededor del cual gira el
argumento.
[Si
no has visto la película te recomiendo mucho que la veas y, como no quiero
destriparte nada, te sugiero que no continúes leyendo… ¡Pero vuelve aquí
después de verla!]
Si
a pesar de todo sigues leyendo, copio y pego una pequeña sinopsis para que
sepas de qué hablo (aquí el link a la página donde la he encontrado)
“Devlin,
(Cary Grant), un agente del gobierno norteamericano, entabla relación con
Alicia Huberman (Ingrid Bergman), hija de un espía alemán recién encarcelado, y
le propone trabajar para su país en Río de Janeiro. La misión es seducir a otro
alemán, Alex Sebastian (Claude Rains), que años atrás estuvo enamorado de ella,
y sacar la máxima información de él y sus contactos, pues es una de las bases
del nazismo activo que opera tras la guerra. Alicia, pese a estar enamorada de
Devlin, acepta no sólo el desafío de conquistar a Sebastian, sino también su
inesperada petición de boda. Una misteriosa botella de vino pondrá la primera
nota de inquietud en la tensa labor de espionaje de Alicia.”
Como
decía, enseguida comprobé que no estaba de acuerdo con la mayoría de las
críticas, que afirman que Dev, el protagonista, se comporta como un proxeneta. Por
ejemplo, en este artículo de The Guardian se describe a Devlin como “a good
man, on the side of right, who pimps out the love of his life” (un buen hombre,
uno de los buenos, que chulea al amor de su vida). Es decir, cuando Dev propone
a Alice seducir a otro hombre por motivos políticos, para la mayoría de las
críticas lo que ocurre es que está chuleando a Alice, vendiéndola al enemigo.
Además, para más inri, está enamorado de ella. Y ella de él, claro. Pobre… Sin
embargo, desde mi punto de vista, el personaje de Dev es muy interesante.
Cuando al principio él le propone a ella que trabaje como espía para el
gobierno de los Estados Unidos, él mismo no sabe en qué va a consistir la
misión. Para cuando se entera, ya es demasiado tarde: se ha enamorado. Es obvio
que no le gusta la idea, ya que trata de convencer a sus jefes de que Alice no
es la persona adecuada para ese trabajo. Sin embargo, fracasa en su intento, y
no le queda más remedio que comunicarle que su misión consiste en seducir a
Alex. Ella se horroriza ante la idea y le pregunta si no le ha dicho a sus
jefes que ella no es la persona adecuada. Lo que Alice quiere es que él le
demuestre su amor pidiéndole que no se entregue a otro hombre. Como él no se lo
pide, ella concluye que él no la quiere y, despechada, acepta el trabajo. Según
este artículo “Alicia le recrimina a Dev que
si tan solo se lo hubiese pedido, ella no hubiera aceptado el cometido de
enamorar a otro hombre por patriotismo. Devlin responde con una aparente
indiferencia, argumentando que ella es lo suficientemente adulta para tomar
decisiones.” Y aquí está el quid de la cuestión. Ella acepta libremente la
misión: no la obligan, no la chantajean, no la coaccionan. Acepta libremente. Y acepta, en parte, por
despecho, en un intento a la desesperada de provocar celos en el hombre al que
a ama. En mi opinión, ella necesita de él que le pida que no acepte la misión
como muestra de amor porque ella misma no se considera merecedora del mismo.
Ella se desprecia a sí misma y entiende que un hombre como Dev la entregue sin
más al enemigo. Pero es ella quien se desprecia y se juzga por beber demasiado
y haber tenido numerosos amantes. Por ejemplo, en la escena del bar en Río de
Janeiro, ella le dice: “Cada vez que te miro veo en tus ojos esas ideas fijas:
si delinquió una vez delinquirá siempre, fue mujerzuela, lo será siempre” y
luego, en un alto en la carretera: “Pobre Dev, te has enamorado de la chica
mala, te pone enfermo, enamorado de una mujer que no es buena, debe ser
terrib…” (y no termina la palabra porque entonces él la besa). Más tarde, en el
apartamento, mantienen esta conversación:
Alice:
Nuestro amor es bastante extraño.
Dev.-
¿Por qué?
Alice.-
Porque a lo mejor tú no me quieres.
Dev.-
Cuando deje de quererte ya te avisaré.
Alice.-
Pero, ¿me quieres?
Dev.-
Los actos importan más que las palabras.
En
definitiva, no he encontrado ni un solo indicio de que Dev juzgue a Alice, o de
que la desprecie, o de que tenga sentimientos encontrados hacia ella y su
pasado poco “honesto”. Por el contrario, se me hace evidente que es ella la que
se desprecia a sí misma. Esto queda claro en la escena del avión cuando le comunican
la muerte de su padre, un oficial nazi, porque ella contesta: “no tengo que
seguir odiándole, ni odiándome”.
Además,
es evidente que el personaje fue creado para que la audiencia de 1946 también
la despreciara o, por lo menos, la juzgara. No hay más que fijarse en el título
original de la película: Notorious, que significa “well known for
being bad” o, lo que es lo mismo: trístemente célebre, de mala fama, de
mala reputación, infame.
Sin
embargo, mi sorpresa no terminó leyendo las críticas. Resulta que, según la
Wikipedia, el mismísimo Hitchcock concibió el
argumento como "the story of a woman sold for political purposes into sexual
enslavement”. Acabose. Vale que no esté de acuerdo con las críticas, pero ¿no
estar de acuerdo con el director? Pues mira tú por dónde, Hitchcock habrá sido
uno de los más grandes cineastas de todos los tiempos, pero yo digo que esta
película no va de “una mujer vendida por motivos políticos a la esclavitud
sexual”. Por el contrario, va de una mujer que se casa con un hombre al que no
ama por despecho y, como se siente muy desgraciada, culpa al hombre al que ama.
O, en su defecto, va de un hombre que, considerando a la mujer a la que ama
suficientemente adulta para tomar sus propias decisiones, ni le pide ni le deja
de pedir: la deja decidir y, a pesar de que le duele verla con otro, no se
interpone en su misión. Tendría que añadir, claro, que va de un hombre que
privilegia su trabajo frente a sus sentimientos ya que deja creer a la mujer a
la que ama que en realidad no la ama, a sabiendas de que si le declara su amor
ella no aceptará la misión y, como consecuencia, los nazis continuarán campando
a sus anchas por Río de Janeiro.
Mmmm.
Complicado, ¿no?
Al
fin y al cabo, Hitchcock era un maestro. No nos lo iba a poner fácil.
Por
cierto, ¿soy la única que encuentra un parecido razonable, por no decir
sospechoso, entre el argumento de esta película y el de la novela de Clara
Sánchez “Lo que tu nombre esconde”?
NOTA:
Si no has visto esta película, o si sólo la has visto en la versión doblada al
castellano, te recomiendo que la veas en versión original. Un motivo serían las
voces de los actores. Por ejemplo, el doblaje español de Ingrid Bergman suena
exactamente igual que cualquier doblaje de cualquier personaje femenino en las
películas de época: lánguido, ñoño, falto de personalidad y llorón. Sin embargo
Alice es una mujer decidida, con carácter, irónica (“pobre Devlin, se ha
enamorado de la chica mala”, mientras que en la versión original suena a burla,
en el doblaje suena a drama). Otro motivo, quizá incluso más importante, sería
la traducción. No he hecho un análisis exhaustivo de las dos horas de metraje,
pero he encontrado un par de añadidos que, lejos de ser sólo pequeños matices,
en mi opinión cambian sustancialmente el sentido de la película. Por ejemplo,
en la escena del coche, él intenta convencerla de que mejor conduce él ya que
ella está borracha como una cuba, pero ella no quiere. En la versión original
él le dice: “Muévete”, mientras que en el doblaje él le grita: “¡Estúpida!”. En
mi opinión el nivel de violencia se multiplica por diez y el carácter de Dev se
distorsiona notablemente. Otra modificación del sentido de la película,
relacionado además con el título de la versión doblada (encadenados), lo
encontraríamos en la última escena, en la que Dev le dice a Alice que no podía soportar
verla con otro para siempre, mientras
que en la versión original simplemente dice que no podía soportar verla con
otro.
NOTA
2: En este post no he querido hablar sobre amor romántico, aunque daría para
páginas enteras. La película me ha gustado y, si tuviera que hacer una crítica
del amor romántico cada vez que voy al cine o leo un libro no acabaría nunca. Como
veis, no soy tan radical como pensáis.
Para
más información sobre el amor romántico:
“Las
negociaciones en el amor” de Marcela Lagarde.
“Crítica
del pensamiento amoroso” de Mari Luz Esteban.
domingo, 28 de octubre de 2012
Lentejas con chorizo
El otro día hice lentejas con chorizo.
Me costó encontrar las lentejas: primero busqué en el Inn, luego en
el Bonus y, por último, a punto de tirar la toalla, las encontré en
el FK (léase “efco”). Digo, a punto de tirar la toalla porque
esos son los tres supermercados que hay en Kláksvik. Eso sí,
lentejas de primera calidad, orgánicas para más detalles: 6 euros el kilo.
Normalmente me gusta seguir las recetas
de mi madre, pero en este caso utilicé una receta de lentejas que
encontré aquí y que me suele salir bastante bien,
sobre todo si utilizo el chorizo que mi abuela me mete en la maleta
cada vez que voy de visita a Madrid, y que da lugar a conversaciones
telefónicas como ésta:
- ¿Ya te has comido todo el jamón y
el chorizo que te dí?
- No, todavía me queda algo.
- Bah, entonces poco comes.
- Abuela, me diste dos kilos.
- ¿Y aún no se te ha acabado? Poco
comes.
El caso es que hice unas lentejas que
no me quedaron mal del todo me quedaron deliciosas, pero no fue fácil. Y no me refiero a
ese día en concreto, sino a todos los años transcurridos desde que
empecé a darme cuenta de que si quería comer decentemente tenía
que ponerme las pilas. Todo empezó cuando terminé el instituto e
hice las maletas para ir a Londres a pasar el verano trabajando en
una conocida cadena de comida rápida. Comí innumerables sandwiches
de tuna mayo y wraps procedentes de las cocinas de esta conocida
cadena, y cantidades ingentes de nuddles y huevos fritos procedentes
de mi imaginación culinaria de entonces. Luego volví a Madrid,
compré un cuaderno y fui a mi madre y le dije: avísame cuando vayas
a hacer la cena que quiero aprender a cocinar. No sé si aprendí
mucho o poco inglés ese verano, pero desde luego aprendí algo que,
por evidente, parece que no hace falta ni comentar: la comida no
llega sola a la mesa, ni a la nevera, ni se cocina sola. Esto, pese a
que pueda parecer evidente, es uno de los pequeños detalles que el sistema
patriarcal de enseñanza tiende a pasar por alto. Yo estudié, en el
colegio y en el instituto, cosas como lengua, matemáticas, biología,
historia, geografía, literatura, inglés. Y luego llegué a Londres
y fui capaz de chapurrear algo de inglés y de cocinar nuddles.
Gracias EGB, gracias ESO, os debo un plado de fideos chinos al curry.
Con esta anécdota lo que quiero sacar
a relucir es el tema del trabajo y los cuidados, qué se considera
trabajo, qué trabajos confieren estatus y cómo el trabajo doméstico
sigue relegado al ámbito de lo estrictamente privado, cuando la
realidad es que todas (las personas) necesitamos alimentarnos.
“Bueno, pues que te enseñe tu madre” o “búscate las recetas
en internet” podréis decirme. Sí, claro, eso también. Pero el
hecho de que no se enseñen en las escuelas nociones básicas de
nutrición ni de cocina tiene un significado para mí muy claro: la
cocina pertenece al hogar, mientras que las cosas realmente
importantes se aprenden en la escuela. En este sentido, es mucho más
importante saberse los autores de la generación del 27 que saber
cómo cortar una zanahoria o hacer un sofrito, dónde va a parar. Para
mí este hecho es patriarcado en estado puro, “lo doméstico es
privado” en su máxima expresión. Sin embargo, lo doméstico es,
tiene que ser, público y político. En el camino de la igualdad
entre mujeres y hombres tiene que salir a la luz la importancia del
trabajo doméstico, porque ninguna sociedad puede sostenerse sin él.
Hay que empezar a reconocer la importancia que tienen las labores
consideradas del hogar, y todas y todos tenemos que aprender a
realizarlas. De esta manera también aprendemos a valorar, desde nuestra más tierna infacia, lo que en
principio parece que se hace sólo, o que hace mi madre, o que hace
la asistenta, o que hacen las cocineras del comedor, o que viene ya
preparado por arte de magia en el camión del catering. No digo que
todo el mundo tenga que convertirse en chef de alta cocina; por
supuesto que también influyen los intereses y la sensibilidad de
cada cual: hay a quien le encanta cocinar y simplemente junta lo que hay en la nevera y te
hace un plato delicioso, y luego hay quien, como yo, tiene que hacer un esfuerzo y seguir
las recetas al pie de la letra para obtener un resultado razonable.
Para terminar, tengo que decir que esto
de enseñar cocina en las escuelas no se me ha ocurrido a mí, que
más quisiera yo. Se les ocurrió hace años a los gobiernos de los
países nórdicos. Como decía en “Asistenta”, incluso en el
civilizado norte les queda mucho por andar en el camino de la
igualdad, pero algo de ventaja sí que nos llevan. Y es que mis
compañeras de piso, una danesa y una islandesa, aprendieron a
cocinar en el colegio. Han sido ellas quienes me han enseñado cómo
usar adecuadamente un cuchillo cebollero, tanto para cortar más
rápido como para evitar cortarme los dedos, entre otras valiosas lecciones.
Por eso fue un gran honor para mí que
ellas, que estudiaron cocina en el colegio, repitieran de mis
lentejas.
Yeah.
Nota: para quien siga despistadx como
estaba yo hasta hace poco, aquí un vídeo tutorial sobre el uso del
cuchillo cebollero.
martes, 24 de julio de 2012
Christiania
Nelson.
Brasil. 43 años. Ha vivido y trabajado en diferentes ciudades de
todo el mundo: Nueva York, Londres, Barcelona, Dublín. Habla con su
madre por teléfono de vez en cuando. Ahora está en Copenhague, pero
donde mejor lo ha pasado ha sido en Barcelona. Allí conocía a
muchos “expats”, muchos, de todos los países del mundo, y jugaba
al fútbol en la playa. Eso era lo mejor: el buen tiempo y los
deportes.
Ahora
vive en una tienda de campaña en un “agujero” de Christiania con
un grupo de españoles. También hay italianos, noruegos y polacos.
El campamento está formado por varias tiendas de campaña, los
restos de dos hogueras delimitadas por círculos de piedras, una de
ellas todavía humeante, mesas improvisadas con tablas y restos de
palés, lonas atadas a los árboles para proteger el campamento de la
lluvia, vasos de plástico, restos de la comida del día anterior, o
quizá de la semana anterior, botellas medio llenas y medio vacías,
sillas. El “agujero” es uno de los confines de Christiania, un
pequeño claro en el bosque delimitado por el canal, la valla y un
terraplén, donde los habitantes de Christiania les han dado permiso
para acampar. Las tiendas de campaña las consiguieron en Roskilde
después del festival, porque cuando la gente vuelve a casa después
de una semana de excesos abandona allí las tiendas. Luego los
servicios de limpieza las tiran a la basura. Yo pasé por allí
cuando el festival había terminado y parecía un vertedero inmenso,
sembrado de tiendas de campaña abandonadas y destrozadas. Nelson me
contó que vió cómo dos chicos destrozaban su tienda antes de irse
para que nadie pudiera usarla. “Era una tienda buena, una tienda de
900 coronas”, me dijo, “y la destrozaron”. Ahora su tienda
tiene un agujero en la base, una quemadura de 10 cm de diámetro provocada por una vela olvidada.
Antes de conseguir la linterna que tiene ahora usaba velas para
alumbrarse por la noche, pero una vez se quedó dormido antes de
apagar la vela, que se cayó y quemó la lona de plástico. No ardió
todo porque el suelo está muy mojado, y la base de la tienda
también, pero desde entonces piensa que debería dormir con un
cuchillo bajo la almohada por si se incendia la tienda y tiene que
salir. Nelson también me cuenta cómo un día, en el campamento, uno de los
chicos llegó con 10 kg de carne. Pensó que la habría comprado
porque es un chico con dinero, del PP. Pero el chico dijo que no la
había comprado. Tampoco se la habían regalado: la había cogido de
la basura de un supermercado y estaba caducada de un día; Nelson no
quiso comerla. Tampoco quisieron comer los noruegos, pero porque eran
vegetarianos. A continuación Nelson llamó a su madre por teléfono
y le contó que los españoles comen carne de la basura, carne
caducada de un día, y se rieron juntos.
Nelson
también me cuenta que para lavarse utilizan la sauna de Christiania.
No es gratis, hay que pagar o colaborar. Él no colabora, él paga.
En realidad paga una vez sí y una no, pero en la puerta no le dicen
nada porque ya le conocen y saben que es buen pagador. Allí, en la
sauna, conoció a Anne, que tiene un cuerpo de diosa. Lo sabe porque
la ha visto desnuda y es así cómo se enamoró de ella. También vió
su concha, una concha de diosa en un cuerpo de diosa. La sauna de
Christiania es mixta, la gente se baña desnuda y desde el día en
que Nelson vio a Anne no puede parar de pensar en ella. Le preguntó
si quería ser su novia y ella le dijo que no, sin embargo no tiene
novio. Y por lo que dicen nadie le ha conocido ninguno. Quizá le
gusta mucho follar. O quizá es lesbiana. De hecho, vive en la casa
de las tías. “Seis tías solas”, y se ríe. Pero él cree que en
la casa de las tías hay un tío que vigila y controla todo. Es uno
de los que están con Anne cuando pasamos por su jardín, en el
camino de vuelta del campamento. Gracias a mí nos invitan a
quedarnos un rato con ellos. “Si hubiera ido yo solo no me habrían
invitado, pero tú me has traído suerte”, me dice. Uno de los
tíos, el que vigila la casa de las tías, se va y al rato vuelve con
una botella de champán. La descorcha y el tapón vuela sobre los
árboles y va a caer al canal. Lo sirve en 5 copas altas y estrechas
y en una taza blanca. A continuación bebe sin brindar. Según Nelson
esa es la prueba de que ha sacado el champán sólo para
impresionarnos y para marcar su territorio. Esa es la prueba de que
él es el tío que controla la casa de las tías. Anne, con su
sudadera negra sin mangas y un mechón de flequillo rubio asomando
bajo la capucha, brinda por la vida y le da un trago al champán.
Luego le da una calada a un porro que alguien acaba de pasarle. Anne,
con esa minifalda y ese culo de diosa, acaba de invitar a Nelson a
una fiesta que harán en la casa de las tías el mes que viene.
Entonces él se imagina lo que ocurrirá en la fiesta: ella se
enfadará con alguien y entrará a la casa dando un portazo; él
entrará también y la invitará a un porro. Ella fumará y se reirá.
Luego follarán. Aunque parece que ella no está interesada en los
hombres, porque él le preguntó si quería ser su novia y ella dijo
que no. O quizá es que sólo está interesada en follar y por eso no
tiene novio. O quizá es lesbiana, lo cual sería una pena porque al
fin y al cabo las lesbianas son mujeres amargadas. Le pregunto que
porqué están amargadas y él me dice que porque no pueden tener
hijos, evidentemente, y a continuación me cuenta cómo una tía de
19 o 20 años, una lesbiana, le pidió que le hiciera un hijo. Aunque
eso a él le da igual, para él es mejor porque normalmente las
lesbianas le traen suerte. Pero Anne... Anne es demasiado cachonda.
Quizá lo que le pasa es que le gustan las drogas. Si no tiene novio,
ni le interesan los hombres, ni es lesbiana... es porque se droga.
Eso pasa a veces con las drogas, que hacen que pierdas el interés en
todo lo demás.
Hoy
es uno de esos raros días de sol en Copenhague. Cuando le pregunto
a Nelson si le importa que escriba lo que me cuenta en mi blog me dice que no,
y luego se queda pensativo, contemplando los reflejos en el agua en
el canal de Christiania. Entonces me mira muy serio y me dice que sólo si no me olvido de escribir que él me ama con locura. Le pregunto que qué
pasa con Anne. Se ríe y me contesta: “no es lo mismo”.
domingo, 3 de junio de 2012
Asistenta
Para
mantenerme estos meses en Copenhague he estado trabajando como
asistente de limpieza en una casa. O, para usar una palabra más
tradicional, menos políticamente correcta y con otras connotaciones
de las que ya hablaré otro día, he estado trabajando como asistenta. Un par de mañanas que coincidí con Lis, la mujer
que me contrataba, la veía correr de un lado para otro con montones
de ropa limpia, sucia, planchada, sin planchar. Y entre montón y
montón me decía, con cara de angustia: “¡No tengas hijos
nunca!”. Ella tiene una niña de apenas dos años y un niño de
tres, que esparcen comida por el suelo del comedor como si en vez de
dos fueran doscientos. Por lo visto también usan ropa como si fueran
docientos. El caso es que viéndola a ella me ha dado por reflexionar
sobre el modelo de estado de bienestar escandinavo, en teoría uno de
los más perfectos del mundo y que ha situado a los países nórdicos
a la cabeza en lo que a igualdad se refiere. Por ejemplo, en este
artículo de La Vanguardia se afirma que “Escandinavia ha
reducido en un 80% las diferencias de oportunidades entre el hombre y
la mujer” y a continuación se explica cómo. Probablemente si Lis,
la misma que me decía en cuanto tenía la oportunidad eso de “¡No
tengas hijos nunca!” leyera este artículo, pondría esta cara:
Pensaba
hacer una reflexión muy erudita sobre este tema, cuando he leído el
comentario que qwerty24 deja en el artículo mencionado:
“yo
ahora mismo estoy de baja paternal (finlandia) y esto no tiene nada
que ver con la igualdad o paridad, esto se llama bienestar social (...) Pero de lo que estamos hablando es
de la paridad o igualdad de sexos, y si habra mas directivos mujeres,
mas papas con carritos lo que tu quieras, pero las mujeres aqui como
en Espanya curran en el trabajo y en casa. Es un hecho cultural de
esta sociedad que aun tiene que hablar de paridad, cuando una noticia
asi no exista en los periodicos entonces habra paridad, de momento lo
unico que puedo decir es que si aqui eso esta mejor pero no es pa
tanto.”
Pues
eso, que las mujeres, aquí como en España, curran en el trabajo y
en casa. Y como más facilidades, ayudas y oportunidades que aquí no
se pueden dar, el problema debe de ser otro. Por eso me atrevo a
sugerir que no se trata de ayudar ni de aupar a las mujeres para que
nos pongamos a la misma altura porque, ¿qué altura es esa? No lo
tengo claro, pero lo que sí tengo claro es que los cuidados son
innegociables: para que una sociedad salga adelante hay que cocinar,
limpiar, pasar tiempo con los hijos y atender a las dependientes,
entre otras cosas. Porque todas las personas necesitamos
alimentarnos, ir aseadas y dar y recibir cariño.
Pues
bien, resulta que el feminismo occidental tiene una larga tradición
de lucha por la liberación de las mujeres. Pero ¿que significa
exactamente liberarse? ¿de qué mujeres estamos hablando? Resulta
que para que una mujer se libere, otra tiene que ocupar su lugar, y
¿quién se ocupa de la casa y las hijas de esta otra mujer? Me
parece un tema tan complejo que yo no sabría definir cuál es el problema exactamente. Sin embargo creo que parte del rompecabezas
podría encontrarse en el libro de Dolors Comás D'Argemir, “Trabajo,
género y cultura. La construcción de desigualdades entre hombres y
mujeres”. Ésta es una breve reseña que escribí el año pasado:
La
lógica laboral del capitalismo no tiene en cuenta los costes de la reproducción de la
fuerza de trabajo, sino que los inscribe en los lazos de afecto y
moralidad del parentesco, especialmente en la institución familiar.
Además, el paro es un problema que está cuestionando el
ideal del pleno empleo, eje central de los proyectos y aspiraciones
de las sociedades capitalistas. Por ello, el ideal que considera el
empleo la única forma de trabajo debería ser cuestionado, ya que
una buena parte del trabajo necesario está realizándose fuera del
empleo, en la denominada economía informal. Así, es importante
preguntarse qué
es
trabajo: empleo es
trabajo remunerado en la economía formal; trabajo sumergido es
trabajo remunerado en la economía informal; trabajo doméstico es la
producción de bienes y servicios para su consumo en el hogar; y
voluntariado es trabajo no remunerado fuera del hogar. Al final, la
autora plantea la necesidad de que el trabajo del futuro considere
todas las formas de trabajo necesarias, ya que sólo una sociedad que
no se construya únicamente sobre la base del empleo hará posible
que las actividades no remuneradas confieran estatus y respeto. De
esta manera sería posible repartir todas las formas de trabajo entre
todas las personas, lo que equivaldría a compartir las
responsabilidades y crear, por tanto, relaciones sociales solidarias
como marco para el desarrollo integral de la autonomía individual.
Con este cambio en el trabajo cambiaría también el sistema de
relaciones de género, y no sólo ganarían las mujeres: ganaría el
conjunto de la sociedad.
Para
terminar, escribo aquí el sms que me mandó Lis un viernes por la
tarde cuando llegó a casa:
“Thank
you Blanca! It's SO NICE to come home to a clean house. Have a nice
weekend”
Me llegó al alma.
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